Ahora le toca a los otros indolentes.
La reforma tributaria picó y se extendió. Parece ser que la misma cumplirá su propósito oculto: Resguardar y encubrir a Leonel y sus secuaces. Demostró que no es un pacto, pues no hubo concierto de voluntades. Demostró que no es una reforma fiscal, pues solo se refirió a más impuestos, pero no a la calidad y eficiencia en el gasto. Demostró ser un gran manto de impunidad para los responsables del desastre fiscal y económico más grande nuestra historia contemporánea. Demostró que lo que diga el PLD es palabra santa y no hay Consejo Económico y Social que lo contradiga. Demostró que el pueblo no sabe nada, pero el gobierno sí. Sin embargo, esta reforma, que aún no es reforma, pues recién ayer llegó al Congreso le falta todavía mucho por perturbar. El trago amargo recién comienza. Si la decepción que nos produjere la “nueva administración” no fuera suficiente, ahora le toca a los otros indolentes decepcionarnos, les toca a los legisladores. Esos legisladores que vimos hace poco